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La Santa No Reconocida

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Por Francisca Osorio
El suceso se remonta al siglo XIX en la región de San Juan, Argentina. La historia cuenta la muerte de una mujer cuyo marido, Clemente Bustos, fue reclutado forzosamente hacia 1840, durante las guerras civiles entre unitarios y federales. A su paso por la aldea de Tama provincia de La Rioja, la soldadesca de Facundo Quiroga, que viajaba rumbo a San Juan, obligó al marido de esta mujer, llamada Deolinda, a unirse a las montoneras, lo que hizo que ella, angustiada por la enfermedad de su marido, deseosa de reunirse con él en San Juan, tomara a su hijo lactante y siguiera las huellas de la tropa llevando consigo sólo algunas provisiones de pan y dos chifles de agua. Cuando se le terminó el agua de los chifles, Deolinda se estrechó a su hijito junto a su pecho y se cobijó debajo de la sombra de un algarrobo; allí murió a causa de la sed, el hambre y el agotamiento. Sin embargo, cuando los arrieros riojanos Tomás Nicolás Romero, Rosauro Ávila y Jesús Nicolás Orihuela, pasaron por el lugar al día siguiente y encontraron el cadáver de Deolinda, su hijo seguía vivo, amamantándose de sus pechos, milagrosamente vivos. Los arrieros, que conocían a Deolinda puesto que eran vecinos de Malazán, donde ella era muy querida por sus virtudes y buenas acciones, la enterraron en las inmediaciones y se llevaron consigo al niño hacia La Rioja. En la primera jornada de camino, el niñito empezó a enfermarse y falleció. Los arrieros regresaron a Vallecito y lo enterraron junto a su madre. Otras versiones difieren acerca de la suerte que habría corrido el hijo de la Difunta; según una interpretación, habría sido criado por una familia del lugar y habría fallecido de viejo; según otra, "no se supo de la suerte corrida por el pequeñuelo". También existen diferencias acerca del marido de Deolinda; algunos versiones indican que lo mataron las montoneras, otras, que regresó después de ocho o diez años al que fuera su hogar.
Con los años, al conocerse la historia, muchos lugareños de la zona comenzaron a peregrinar a su tumba, construyéndose con el tiempo un oratorio que paulatinamente se convirtió en un santuario. En la actualidad las visitas al santuario se producen durante todo el año, pero son más frecuentes en Semana Santa, el día de las Ánimas (2 de noviembre), la Fiesta Nacional del Camionero, en Vacaciones de Invierno y para la Cabalgata de la Fe que se realiza todos los años entre abril y mayo. En las épocas de mayor afluencia puede llegarse hasta a trescientas mil personas; el promedio (año 2005) de los que peregrinan al santuario de la "Difunta Correa" en Vallecito es de 1.000.000 personas/año.
Sin embargo, a pesar del fervor religioso que provoca en las personas la trágica historia de Deolinda Correa, esta figura dentro del grupo de los “Santos no Reconocidos”.
Existen otros casos, como el de Laura Vicuña, donde dar la vida por un ser querido en circunstancias extremas ha sido motivo de santidad y beatificación.
El Sacerdote Joaquín Alliende Luco, Director Internacional de AIS (Ayuda a la Iglesia que Sufre), Consultor para cuestiones teológicas del Consejo General del Vaticano y Asistente Eclesiástico Internacional, nos explica los motivos por los cuales el caso de la Difunta Correa no ha sido reconocido como un milagro.

¿Qué es lo que hace que este hecho no sea registrado como milagroso por la iglesia Católica?

Recuerdo que hace mucho tiempo me ocupe del tema de la Difunta Correa, no tengo los datos exactos en la memoria. Pero si recuerdo que el tema presentaba múltiples complejidades.
La iglesia católica latinoamericana es muy respetuosa de la devoción popular. No hay ningún problema por el origen popular de esta historia. Pero la iglesia debe ser muy cuidadosa y no repartir títulos de forma arbitraria. Los exámenes que se realizan previamente son muy exigentes y rigurosos.
La iglesia necesita seguridad, después necesita milagros verificados y reconocidos científicamente. La iglesia es incluso más cuidadosa que los médicos que estudian los casos. En este asunto especifico, los problemas no se encontraban en la investigación histórica ni en la autenticidad del acontecimiento, más bien en el ámbito de la realidad de esta mujer, es decir lo que se cuestiona no es el hecho mismo sino que las motivaciones de ese dar la vida heroicamente, que según nuestras investigaciones no estaría fundamentado en el amor cristiano o la fe cristiana. Ese fue un acto heroico o de supervivencia de una madre que ama profundamente a su hijo.
Tengan la certeza de que si un obispo argentino no ha dado el pase es porque algo no está claro. La iglesia es muy responsable y es muy exigente para que cuando se presente a alguien sea realmente un ejemplo de santidad. Afirma el Sacerdote.
Una creencia argentina que despierta el fervor de muchos chilenos
En nuestro país, en la región de Aysén se la venera con la misma pasión que en las rutas del sur, y cientos son los transportistas que se detienen a dejarle botellas de agua, en un intento por aplacar esa sed que le oprimía el alma en sus instantes de agonía. Se trata claramente de una tradición sublimada y elevada al rango de un mito por la fe de un pueblo, y que tiene origen en las tormentosas jornadas de la guerra civil argentina. En Coyhaique uno puede acercarse a percibir aquellas desoladas ofrendas, pequeñas casitas construidas para adorar el recuerdo de una mujer “milagrosa” que puede proteger a los viajeros en los recodos de sus rutas. Estos amigos del camino ven en la imagen de Deolinda la simbología maternal personificada y es por eso que, además, siguen llevándole botellas de diferentes formas, colores, anchos golletes en señal de auxilio generoso más allá de la muerte.